Donald Trump intensificó su política de mano dura al anunciar nuevas operaciones migratorias y amenazar con desplegar la Guardia Nacional en Chicago. El Gobierno asegura que busca frenar la violencia, pero críticos lo acusan de utilizar tácticas autoritarias para intimidar comunidades y reforzar su poder político.

El fin de semana, Trump publicó un meme inspirado en Apocalipsis Now en su red social, presentándose como “salvador” de una Chicago en llamas. Poco después, confirmó una ofensiva del ICE contra inmigrantes con antecedentes criminales, aunque las autoridades locales denunciaron no haber sido notificadas y tacharon el operativo de “truco político”.

La polémica coincidió con un fallo de la Corte Suprema (6-3) que autorizó a agentes federales reanudar redadas en California basadas en raza, idioma o acento, lo que avivó acusaciones de racismo y abuso de poder. La jueza Sonia Sotomayor advirtió que la medida supone “un grave abuso” y el gobernador Gavin Newsom la calificó de “desfile de terror racial”.

Mientras Trump promete que en “una semana no habrá delincuencia en Chicago”, datos oficiales contradicen su discurso: los homicidios en esa ciudad han caído un 30% en el último año, situándose en mínimos de seis décadas, mientras urbes republicanas concentran las tasas más altas de homicidios del país.

Encuestas reflejan un rechazo mayoritario a desplegar tropas en las calles: entre 57% y 61% de los estadounidenses se oponen a usar la Guardia Nacional en ciudades y comunidades. Pese a ello, el presidente insiste en que “solo los criminales saldrán perjudicados”.

La controversia divide a EE. UU.: para sus partidarios, Trump cumple su promesa de campaña de combatir el crimen; para sus detractores, prepara el terreno para un “estado policial” y utiliza la inmigración como arma política.

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