En plena era de la inteligencia artificial, los semiconductores se han convertido en el “petróleo del siglo XXI”. China acelera su plan para dominar su producción, mientras Estados Unidos endurece los aranceles y restricciones tecnológicas. Taiwán, con TSMC al frente, se mantiene en el centro de la disputa, atrapado entre ambas potencias.
La rivalidad se libra en un terreno híbrido de innovación y control. Beijing invierte miles de millones en empresas como SMIC para reducir su dependencia, pero enfrenta los bloqueos de Washington, que impide el acceso a herramientas clave y prohíbe la venta de chips avanzados de IA, como los de Nvidia.
En respuesta, China limita la exportación de minerales raros —galio y germanio— esenciales para la cadena global, lo que eleva los costos y tensiona aún más el mercado. Según MIT Technology Review, esta estrategia podría impulsar la autosuficiencia china, aunque con el riesgo de fragmentar el ecosistema mundial.
“Taiwán no solo fabrica chips; representa la intersección entre economía y geopolítica”, señala Raquel León de la Rosa, directora del Observatorio de la Política China. “Un conflicto allí paralizaría el 90% de la producción global avanzada”.
Analistas de RAND Corporation advierten que este “telón de acero tecnológico” revela vulnerabilidades críticas para Occidente. La competencia por el control de los chips ya no es solo económica: es la nueva batalla estratégica del siglo XXI.