Decenas de miles de personas salieron este sábado a las calles en ciudades como Nueva York, Atlanta y Los Ángeles para manifestarse contra el enfoque autoritario del presidente Donald Trump, en lo que ya se considera la mayor ola de protestas desde su regreso a la Casa Blanca en enero. Las manifestaciones, convocadas bajo el lema “No Kings”, coincidieron con el desfile militar organizado en Washington por los 250 años del Ejército de EE.UU. y con el cumpleaños número 79 del mandatario.
El desfile, largamente anticipado por la administración Trump, se llevó a cabo en el centro de Washington, pero la celebración se vio empañada por un clima de tensión y violencia.
Mientras tanques y vehículos blindados recorrían Constitution Avenue, decenas de miles de manifestantes se concentraban en parques y plazas a lo largo del país. Las autoridades movilizaron tropas de la Guardia Nacional para reforzar la seguridad, en un ambiente ya cargado por un reciente crimen político: el asesinato de un legislador demócrata en Minnesota, crimen por el cual se busca a Vance Boelter, principal sospechoso y presunto autor de una lista con cerca de 70 objetivos políticos, según reveló The New York Times.
En ciudades de costa a costa, las protestas fueron masivas. En Atlanta, la concentración “No Kings” superó rápidamente su capacidad de 5.000 personas, y miles más se congregaron en las inmediaciones. En Filadelfia, bajo una llovizna intermitente, los manifestantes marcharon desde Love Park hasta el Museo de Arte, coreando “¿De quién son las calles? ¡Nuestras calles!”. Algunos portaban banderas estadounidenses, otros carteles en defensa de la democracia, los derechos de los migrantes y críticas directas a Trump.
Trump defiende el desfile y se aferra al simbolismo militar
El desfile comenzó antes de lo previsto por temor a tormentas eléctricas. Tanques Abrams, vehículos Stryker, piezas de artillería y unidades históricas desfilaron frente a miles de espectadores. Trump observó el evento desde una tribuna elevada protegida con vidrio blindado, y respondió a las críticas defendiendo tanto el gasto de más de 45 millones de dólares como el simbolismo del acto.
“Otros países celebran sus victorias. Ya era hora de que Estados Unidos también lo hiciera”, declaró. En su discurso, exaltó al Ejército como “la fuerza más grande y valiente que jamás haya pisado la Tierra”, repasando sus hitos en conflictos como Sicilia, Filipinas o Irak, antes de cerrar el evento con fuegos artificiales.
Un país en las calles: protestas en los 50 estados
Bajo el nombre 50501 (50 estados, 50 protestas, un movimiento), activistas planearon casi 2.000 manifestaciones en todo el país. En Nueva York, miles se congregaron en Bryant Park con carteles como “Ni una corona para un payaso”. En Chicago, los enfrentamientos con la policía se intensificaron mientras ondeaban banderas al revés y se escuchaban consignas como “¿A quién sirven?” o “Sin justicia no hay paz”.
En otras ciudades, como Charlotte, Little Rock y Los Ángeles, las protestas fueron igualmente nutridas. Desde puentes, plazas y parques comunitarios, el clamor fue unánime: ningún presidente está por encima de la ley. En Filadelfia, se distribuyeron pequeñas banderas mientras carteles llamaban a luchar “contra la oligarquía” y “deportar a los mini-Mussolinis”.
En Minnesota, la violencia política generó nuevas preocupaciones. El gobernador Tim Walz pidió evitar concentraciones tras el asesinato de la representante estatal Melissa Hortman y el tiroteo que dejó herido al senador John A. Hoffman. Ambos eran figuras prominentes del Partido Demócrata.
Tensión, despliegue militar y llamados a la calma
El despliegue de seguridad fue inédito. Gobernadores republicanos de estados como Virginia, Texas, Nebraska y Misuri activaron tropas de la Guardia Nacional. “No toleraremos violencia ni destrucción. Si rompes la ley, serás arrestado”, advirtió el gobernador Glenn Youngkin de Virginia. En California, los patrulleros estatales se declararon en “alerta táctica” y en Virginia Occidental se desplegaron refuerzos para prevenir incidentes.
Sin embargo, desde otros gobiernos estatales se lanzaron llamados a la calma. “Trump quiere demostrar que no podemos garantizar nuestra propia seguridad pública. No le demos esa excusa”, escribió en redes el gobernador de Washington, Bob Ferguson. La gobernadora de Arizona, Katie Hobbs, pidió mantener la paz durante las protestas: “Ejercer el derecho a alzar la voz debe hacerse con responsabilidad”.
Mientras tanto, en el país crece el debate sobre el uso del aparato militar como herramienta política, el culto a la personalidad presidencial y el futuro de una democracia puesta a prueba.