Tras el reciente ataque israelí contra instalaciones estratégicas en Irán, las tensiones en Medio Oriente han alcanzado su punto más crítico en lo que va del año. Sin embargo, Hezbolá, el poderoso grupo chiita libanés aliado de Teherán, ha optado por una reacción contenida que plantea interrogantes: ¿está debilitado o simplemente replegándose para rearmarse?
Horas después del ataque israelí, Hezbolá emitió un escueto comunicado expresando sus condolencias a Teherán por la muerte de altos mandos, pero sin anunciar represalias, a pesar de su cercanía geográfica con Israel y su histórica retórica beligerante.
Según Heiko Wimmen, director de proyectos sobre Irak, Siria y Líbano en el International Crisis Group, «tradicionalmente, cuando Irán es atacado en su territorio, responde directamente desde su propio territorio». No obstante, el experto no descarta un cambio en las reglas del juego: “Hezbolá podría estar esperando una orden clara desde Teherán para actuar”.
El momento elegido por Israel para su ofensiva no es casual. Se produce dos días antes de la reanudación de negociaciones nucleares entre Estados Unidos e Irán, previstas para este domingo en Omán, lo que añade una capa de tensión diplomática al conflicto.
¿Un Hezbolá debilitado o en reorganización?
Ronnie Chatah, analista político con base en Beirut y conductor del pódcast The Beirut Banyan, sostiene que «Irán no puede responder fácilmente desde Líbano hoy en día debido a las grandes pérdidas sufridas por Hezbolá durante la guerra del año pasado con Israel».
Heiko Wimmen coincide en que el aparente repliegue podría deberse a una estrategia de reestructuración interna. “Hezbolá podría estar centrado en renovar su liderazgo y fortalecer su capacidad de producción de armamento local, con el fin de reducir su dependencia de los suministros iraníes”.
El alcance actual de su arsenal también genera dudas. «No está claro qué ocurrió con los misiles estratégicos que supuestamente poseía Hezbolá y que nunca fueron utilizados durante la última guerra», añade Wimmen.
En noviembre de 2024, tras dos meses de intensos enfrentamientos, se acordó un alto el fuego. El conflicto dejó un saldo de aproximadamente 4.000 muertos, la mayoría de ellos en el Líbano, y resultó en la eliminación de gran parte del liderazgo de Hezbolá y la destrucción de su infraestructura.
Pese a la tregua, Israel ha continuado lanzando ataques contra objetivos que vincula con el grupo. La semana pasada, el Ejército israelí llevó a cabo su ofensiva más intensa en un suburbio de Beirut dominado por Hezbolá, alegando que el blanco eran instalaciones subterráneas para la producción de drones. Hezbolá negó la existencia de dichas fábricas.
De acuerdo con el Institute for the Study of War, Hezbolá está priorizando ahora el desarrollo doméstico de drones, tras las dificultades crecientes para introducir armas desde Irán. Este giro responde a su histórica ambición de operar como una fuerza más equipada que el propio Ejército libanés, aunque choca con las exigencias internas e internacionales de desarme.
Presiones internas y externas sobre Hezbolá
El Gobierno libanés también ha incrementado sus acciones contra Hezbolá. A comienzos de este mes, el primer ministro Nawaf Salam reveló que el Ejército había desmantelado más de 500 posiciones y depósitos de armas pertenecientes al grupo chiita.
“El Estado continúa trabajando para restaurar su soberanía en todo el territorio nacional y recuperar el monopolio de las armas”, declaró Salam en un mensaje televisado al cumplirse sus primeros 100 días en el cargo.
La investigadora Kelly Petillo, del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, resalta que la situación actual difiere radicalmente de la vivida tras la guerra civil de la década de 2000, cuando Hezbolá ganó influencia política gracias a su papel en la reconstrucción y la asistencia social. “Hoy el discurso gira en torno al desarme, a quién puede sacar al país de la pobreza y a quién tiene la legitimidad para liderar”, subraya.
A pesar del deterioro de su imagen y capacidades, las calles de Beirut siguen cubiertas de carteles con el rostro de Hassan Nasrallah y otros líderes del grupo. «No se puede negar que Hezbolá está debilitado», afirma Petillo, «pero su presencia simbólica deja claro que no desaparecerá fácilmente».