La llegada de Ronald Johnson como nuevo embajador de Estados Unidos en México ha despertado tanto inquietudes como expectativas. Con un perfil marcadamente militar, una carrera vinculada a la inteligencia y una estrecha relación con el presidente salvadoreño Nayib Bukele, Johnson es percibido como un “halcón” de la política exterior estadounidense, lo que plantea un nuevo escenario para la presidenta mexicana Claudia Sheinbaum.
Un embajador de línea dura
Nombrado por el presidente Donald Trump, Johnson es exboina verde y veterano de la CIA. Su experiencia diplomática incluye su gestión como embajador en El Salvador durante el ascenso del régimen autoritario de Bukele. Según analistas consultados por Deutsche Welle, se espera de él un estilo frontal y poco dado a las formas diplomáticas tradicionales, con énfasis en los temas de seguridad y migración, más que en asuntos económicos.
Gema Kloppe-Santamaría, investigadora de la Universidad George Washington, afirma que Johnson llega con una agenda clara: control de drogas y migración. Esta estrategia, aunque podría ser bien recibida por sectores afectados por la inseguridad, también conlleva riesgos: “Si se bloquea el flujo de drogas hacia EE. UU., los cárteles podrían reorientar sus actividades hacia delitos como la extorsión y el secuestro dentro de México”, advierte.
Una primera señal simbólica
Un gesto que no pasó desapercibido fue la visita del nuevo embajador, junto a su esposa, a la Basílica de Guadalupe como primera actividad pública en México. Para la analista geopolítica Stephanie Henaro, esta acción refleja la importancia de la religión en su línea diplomática. “Es un movimiento simbólico, que interpela a un gobierno de izquierda que defiende la laicidad, pero también busca conectar con una población mayoritariamente católica”, explica.
Preocupación por vínculos con la ultraderecha
Tanto Henaro como Kloppe-Santamaría expresan inquietudes por la cercanía de Johnson con figuras de la extrema derecha. En su segundo día en México, cenó con Eduardo Verástegui, actor, activista ultracatólico y simpatizante del movimiento MAGA (Make America Great Again) de Trump.
Verástegui representa una visión política diametralmente opuesta a la de la presidenta Sheinbaum, nieta de comunistas y exactivista estudiantil. Para Henaro, su amistad con Johnson podría influir en la dinámica diplomática: “Verástegui podría convertirse en un canal informal de presión ideológica”.
No obstante, Kloppe-Santamaría no anticipa un conflicto frontal entre Sheinbaum y el embajador: “No hay una contradicción estructural entre las posturas de seguridad de Sheinbaum y las de Trump. México ya ha operado como un aliado estratégico de EE. UU. en la agenda migratoria y de seguridad”, sostiene.
¿Riesgo de «bukelización» en México?
El paso de Johnson por El Salvador dejó huella. Apoyó activamente la estrategia de “mano dura” de Bukele, marcada por un estado de excepción prolongado, miles de detenciones sin debido proceso, y un fuerte debilitamiento institucional.
Henaro advierte que ese modelo podría replicarse parcialmente en México, sobre todo si en 2030 el oficialismo postula a figuras como Omar García Harfuch, actual secretario de Seguridad. “La ‘bukelización’ puede resultar funcional al discurso de seguridad del partido gobernante”, afirma.
Preocupaciones democráticas y T-MEC como posible contrapeso
Para quienes esperaban que la diplomacia estadounidense respaldara el fortalecimiento democrático en México, la llegada de Johnson no es una buena señal. “No parece interesado en promover el Estado de derecho ni la democracia en el país”, opina Kloppe-Santamaría, recordando su cercanía al autoritarismo de Bukele.
Henaro subraya que esperar que Estados Unidos “salve” la democracia mexicana es ingenuo y contraproducente. Aun así, señala un punto de presión potencial: la próxima revisión del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), donde podrían exigirse garantías más sólidas para la independencia judicial y el Estado de derecho, especialmente ante la propuesta de elegir jueces federales por voto popular, considerada riesgosa por diversos expertos.
Una diplomacia que exige protagonismo
Henaro concluye que la llegada de un embajador como Johnson puede representar una oportunidad para que México redefina su política exterior con mayor protagonismo. “Si México no toma la iniciativa en el nuevo orden geopolítico, terminará subordinándose a decisiones ajenas”, advierte.
En este contexto, la relación entre México y su principal socio comercial enfrenta una nueva etapa: compleja, tensa, pero también cargada de posibilidades si se asume con inteligencia estratégica.