El 2025 llega a su fin y, con él, un tipo de cambio en Perú que volvió a recordarnos lo de siempre: somos un mercado capaz de resistir shocks, pero también vulnerable a episodios de volatilidad que aparecen cuando menos lo esperamos. Para entender qué nos deja este año no basta mirar el nivel del dólar; hay que revisar el contexto detrás de cada movimiento: la política monetaria internacional que marcó el pulso global, las dinámicas locales —desde la balanza comercial hasta las reservas y las decisiones del BCR— y, por supuesto, las decisiones que tomamos empresas y hogares frente a la incertidumbre. Aquí un balance de lo que realmente ocurrió en 2025 —con datos y lecciones prácticas— para planificar mejor en un país tan cambiante como el nuestro.

El USD/PEN inició el año con tensión, tocando niveles cercanos a S/3.78 en enero. Sin embargo, el mercado ganó estabilidad con el paso de los meses, y hasta noviembre el dólar retrocedió hacia un rango de S/3.35–S/3.36. Aunque el billete verde tuvo momentos de recuperación, el sol logró apreciarse en varios tramos, recordando que la trayectoria cambiaria no es lineal y que interpretar los drivers detrás de cada salto o caída es tan importante como ver el valor final.

A nivel externo, la política monetaria de la Reserva Federal fue el principal catalizador. Tras un ciclo de endurecimiento previo, los mercados empezaron a descontar recortes de tasas hacia finales del 2025, y en diciembre las probabilidades de un recorte superan el 80%. Este cambio debilitó al dólar globalmente y contribuyó a la apreciación del sol. A ello se sumó la fortaleza de los precios del cobre y otros metales, beneficiados por la demanda de infraestructura y tecnología, lo que sostuvo las exportaciones peruanas y redujo presiones sobre el tipo de cambio.

En el frente interno, tres elementos fueron determinantes: un superávit comercial elevado impulsado por los altos ingresos mineros; reservas internacionales sólidas que fortalecieron la capacidad del BCR para intervenir cuando fue necesario; y tasas de interés en soles relativamente atractivas, que incentivaron el ahorro en moneda local. En conjunto, estos factores reforzaron la estabilidad macroeconómica y favorecieron un sol más fuerte durante buena parte del año.

Las decisiones financieras también marcaron diferencias. Por el lado positivo, varias exportadoras y mineras utilizaron coberturas parciales que protegieron márgenes cuando el sol se apreció. Empresas con deudas en soles y parte de ingresos en dólares gestionaron mejor su liquidez mediante coberturas y reprogramaciones. Del lado de los hogares, quienes diversificaron sus ahorros entre monedas amortiguaron mejor la volatilidad. No obstante, muchas importadoras quedaron expuestas por no cubrirse a tiempo; algunos ahorristas mantuvieron todos sus fondos en dólares perdiendo rendimiento real; y empresas con ingresos vinculados al exterior asumieron deudas en soles que luego se volvieron difíciles de sostener.

Las lecciones del año son claras: la gestión del riesgo cambiario no es opcional; la diversificación inteligente de monedas y fuentes es clave; la planificación de liquidez y la lectura del ciclo de commodities ayudan a anticiparse a shocks; y seguir de cerca la política monetaria global otorga ventaja competitiva. Las organizaciones que aplicaron estas prácticas enfrentaron menos sobresaltos.

De cara al 2026, las recomendaciones apuntan a estrategias más preventivas: exportadoras con política de coberturas flexibles y reservas mínimas en dólares; importadoras con coberturas escalonadas y contratos que limiten el riesgo; hogares con un fondo de emergencia en soles y ahorros diversificados; e inversionistas que aprovechen periodos de depreciación del sol para adquirir activos productivos. En un entorno volátil, la planificación y la disciplina serán nuevamente las mejores herramientas.

Daniel Vargas, Ejecutivo Comercial de Mesa de Dinero de Rextie

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