En solo seis años, Chile pasó de un estallido social masivo contra la desigualdad a la posibilidad de elegir por primera vez, desde el retorno a la democracia, a un presidente de ultraderecha. Las encuestas para la segunda vuelta dan como favorito a José Antonio Kast, por encima de la candidata comunista Jeannette Jara, en un clima marcado por el desencanto con el gobierno de Gabriel Boric y con los dos fallidos procesos constituyentes.
Del estallido a la desilusión
La energía social que movilizó a más de un millón de personas en 2019 se diluyó tras dos esfuerzos constitucionales que terminaron rechazados en plebiscitos sucesivos. Analistas coinciden en que la falta de liderazgo claro, la presencia de independientes sin base política sólida y la incapacidad de los partidos para articular acuerdos minaron la confianza ciudadana.
A ello se sumaron nuevos problemas que desplazaron la agenda social: inseguridad, migración, estancamiento económico y la irrupción del crimen organizado. Según el PNUD, seis de cada diez chilenos creen que la situación del país ha empeorado y predominan sentimientos de temor e incertidumbre, aunque la mayoría sigue demandando cambios profundos en educación, salud y pensiones.
Un giro hacia la derecha impulsado por el contexto
Kast encabeza las preferencias tras una primera vuelta dominada por candidatos de derecha y la sorpresiva irrupción del populista Franco Parisi. Expertos sostienen que no se trata de una derechización profunda, sino de un voto antiincumbente y del desplazamiento de antiguos votantes de centroizquierda hacia posiciones más moderadas o conservadoras.
Aun así, el énfasis en seguridad y migración ha beneficiado a Kast, quien evitó debatir temas valóricos que antes le generaron rechazo entre mujeres y votantes moderados. Pese a su tono más prudente, no ha cambiado sus posiciones tradicionales, ni ha tomado distancia clara de la dictadura de Augusto Pinochet, un elemento que inquieta a parte del electorado.
Un país en un punto de inflexión
Para los analistas, Chile vive un momento político inédito: un fuerte voto de castigo a las élites, un electorado más volátil impulsado por el voto obligatorio y un sistema que oscila rápidamente entre polos ideológicos. Aunque Kast representa una derecha más dura y Jara una izquierda más marcada, el país sigue moviéndose dentro de los mismos dos bloques históricos, pero con tensiones crecientes.
El resultado de la segunda vuelta podría consolidar el giro hacia la derecha o evidenciar que, pese a la frustración, la sociedad chilena sigue apostando por alternancias más tradicionales.