Cada vez más judíos estadounidenses están solicitando la ciudadanía alemana como medida de precaución ante el creciente antisemitismo y el clima político polarizado en EE. UU., especialmente tras el regreso de Donald Trump al poder. La tendencia responde a una ley alemana que permite a los descendientes de perseguidos por el régimen nazi recuperar la nacionalidad.

“Es extraño: haces clic en ‘Sí, soy judío’ y envías el formulario. Es una locura”, dice Joe Sacks, profesor en Washington, quien inició el proceso de naturalización. Aunque no planea mudarse, valora tener la opción.

El interés ha crecido desde 2017. En 2024, el Consulado General de Alemania en Nueva York recibió más de 1.500 solicitudes, frente a las 350 registradas en 2016. De ellas, 700 culminaron en naturalizaciones, según datos oficiales.

Comparaciones históricas y advertencias

Para algunos solicitantes, el temor no es solo simbólico. “El auge del autoritarismo recuerda al ascenso de Hitler”, afirma Eric Podietz, jubilado de Filadelfia. Su madre huyó de Alemania en los años treinta, y él ahora busca la ciudadanía para tener una vía de escape si las cosas empeoran.

A las motivaciones históricas se suman beneficios prácticos: libertad de movimiento en la Unión Europea, acceso a educación y trabajo en el extranjero, o simplemente un pasaporte adicional.

Una relación compleja con el pasado

No todos en estas familias aceptan fácilmente el regreso simbólico a Alemania. Algunos, como Scott Mayerowitz, enfrentaron la reticencia de sus padres. “No compraban productos alemanes”, cuenta. Su madre, al final, lo ayudó a reunir documentos tras comprender que el objetivo era ofrecer oportunidades a su hija.

Ann Barnett, de Virginia, recibió la desaprobación inicial de su madre, marcada por el Holocausto. Pero el creciente antisemitismo en EE. UU. terminó por convencerla.

Para otros, como Erin Levi, el gesto tiene también una carga emocional: “Alemania ha asumido su pasado con seriedad. Pocos países lo han hecho”.

“Cerrar el círculo”

El periodista Steve North recuerda cómo el cónsul alemán David Gill, al entregarle la ciudadanía, le habló de “recuperar parte de nuestra historia”. Otro caso simbólico fue el de una mujer de 97 años que volvió a Hamburgo tras recibir su pasaporte alemán. “Le dio un cierre”, dijo el diplomático.

North, sin planes inmediatos de mudarse, advierte: “Lo impensable ya ocurrió una vez. Ignorar esa posibilidad sería ingenuo, viendo el odio que crece tanto en la derecha como en la izquierda de EE. UU.”.

Por admin

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