La última edición de Una Semana en El Mundo estuvo marcada por dos escenarios de gran tensión internacional en los que la figura del presidente estadounidense Donald Trump volvió a ocupar el centro del tablero.

Por un lado, en Medio Oriente, la atención mediática se concentró en la Flotilla Global Sumud, interceptada por las fuerzas israelíes cuando intentaba llegar a la Franja de Gaza con ayuda humanitaria. El incidente reavivó el debate sobre el bloqueo al enclave y coincidió con la presentación del llamado “plan de paz” de Trump, aceptado por Israel y avalado de manera parcial por Hamás, que pidió negociar los detalles relativos a la liberación de rehenes y al futuro político del territorio. La propuesta, aún imprecisa en puntos clave como el desarme del grupo islamista, abrió una rendija de oportunidad para un alto al fuego, aunque sigue bajo la sombra de la desconfianza mutua.

En paralelo, Trump enfrenta turbulencias en el frente interno: el cierre parcial del Gobierno federal, que ya impacta a cientos de miles de empleados públicos, erosiona su margen de maniobra política y alimenta la presión del Congreso para encontrar una salida presupuestal.

Y en el Caribe, las relaciones con Venezuela escalan en tensión. Washington acusa al gobierno de Caracas de hostilidades contra buques estadounidenses y de ampliar sus vínculos militares con potencias rivales. La Casa Blanca ha elevado el tono, lo que hace temer un repunte en la confrontación bilateral.

Así, Trump navega una agenda internacional y doméstica marcada por dilemas simultáneos: una tregua frágil en Gaza, un pulso con Venezuela en el Caribe y un país paralizado por el cierre de su propio Gobierno. Tres escenarios distintos que ponen a prueba su capacidad de negociación y, sobre todo, su estrategia de poder en este segundo mandato.

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