A pocos días de las elecciones, Alemania vive una campaña electoral muy tensa, marcada por la polarización en torno a la inmigración y por la supuesta injerencia de la Administración de Donald Trump en favor de la extrema derecha alemana. La ultraderechista AfD avanza con fuerza y podría situarse en segundo lugar, según los últimos sondeos.

Alemania entra en los últimos días de su campaña para las elecciones generales del 23 de febrero en un ambiente tenso. Una atmósfera inusual en un país acostumbrado a los intercambios corteses entre partidos y empapado de una cultura de compromiso.

Para estas últimas elecciones, el clima político se ha polarizado más que nunca en torno a la inmigración. Y el apoyo abierto de figuras  de la Administración del presidente de EE. UU., Donald Trump, a la extrema derecha —sobre todo a través de la figura de Elon Musk— y más recientemente tras la reunión del vicepresidente estadounidense, J. D. Vance con la líder del partido Alternativa para Alemania (Alternative für Deutschland, AfD) ha echado más leña al fuego.

Como muestra de estas tensiones, por primera vez en la historia de la televisión alemana, el debate televisado organizado el domingo 16 de febrero en el canal RTL-Alemania reunió a los cuatro principales aspirantes a la cancillería y no adoptó la forma de un duelo, como en elecciones anteriores.

Durante dos horas, el canciller socialdemócrata y aspirante a la reelección Olaf Scholz, el líder conservador Friedrich Merz, el líder del Partido Verde, Robert Habeck; y la figura del partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD), Alice Weidel, se enzarzaron en una contienda televisada sin concesiones.

La AfD en segundo lugar, según los sondeos

La AfD se ha ganado su puesto en este «cuadrilátero» gracias a los sondeos, que vaticinan que el movimiento nacionalista, de extrema derecha, con una agenda antimigración y que además ha minimizado e intentado atenuar los crímenes del nazismo, quedará segundo en las legislativas, con al menos un 20%, por detrás de los conservadores de la Unión Demócrata Cristiana (CDU/CSU), con entre un 30% y un 32%.

El apoyo sin paliativos que ha recibido de los afines al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha elevado la tensión de los últimos días de campaña.

«Rechazo tal interferencia en las elecciones parlamentarias alemanas y en la formación del gobierno que seguirá» en Alemania, declaró durante el debate Friedrich Merz, favorito en las encuestas para convertirse en el próximo canciller.

La cuestión era el discurso pronunciado el viernes por el vicepresidente estadounidense J.D. Vance en la Conferencia de Seguridad de Múnich. En él instaba a los partidos tradicionales alemanes a abandonar el «cortafuegos» o «cordón sanitario» que han establecido desde la Segunda Guerra Mundial para negarse a gobernar con la extrema derecha. «No hay lugar para cortafuegos», reprendía J.D. Vance.

Pero colaborar con la extrema derecha, o incluirla en negociaciones, ha sido durante décadas un tabú en Alemania. Un tabú que fue roto por el mismo Merz, que introdujo en enero una moción ante el Bundestag (Parlamento alemán) que proponía limitar severamente la migración en Alemania, que incluía endurecer los controles en fronteras e incrementar las deportaciones, y que fue aprobada por tres votos con el respaldo de AfD.

Merz fue duramente criticado por recurrir al apoyo de AfD para pasar su moción. La maniobra también provocó masivas manifestaciones frente a la sede del partido. El canciller Olaf Scholz sostuvo en un discurso ante el parlamento: “Aceptan el apoyo de la AfD a sus propuestas ilegales. están apoyando a quienes luchan contra nuestra democracia, a quienes desprecian nuestra Europa unida, a quienes llevan años envenenando el clima de nuestro país. Es un grave error, un error imperdonable”.

Pero la crítica más dura contra la figura de Merz vino de su propio partido. En un ejercicio inusual, la excanciller alemana Angela Merkel, que dejó el cargo en 2021, salió de su retiro político y silencio para criticar al líder de su partido. En un comunicado, Merkel cuestionó a Merz y le reprochó haber roto su compromiso de no aprobar ninguna medida con el apoyo de la AfD antes de las elecciones del 23 de febrero.

La moción presentada por Merz —que era rechazada incluso por miembros de su partido— acabó siendo derrotada en el Parlamento, lo que dejó su imagen aún más debilitada. Esta semana, Merz ha intentado reparar el daño causado:

«No voy a dejar que un vicepresidente estadounidense me diga con quién debo hablar aquí en Alemania», atizó el líder conservador.

El canciller Olaf Scholz calificó de «inaceptable» la intervención del vicepresidente estadounidense, mientras que la AfD la recibió con los brazos abiertos.

Alice Weidel acogió «calurosamente» las «claras palabras» de J. D. Vance y destacó las similitudes entre su programa y el de la Administración Trump. Esto se aplica en particular a la inmigración, un tema que domina la campaña electoral alemana y del que se beneficia la AfD.

Alemania ha sido sacudida por una serie de ataques violentos en el último año, ocurridos en Mannheim, Solingen, Magdeburg, y los más recientes, cometidos este año, en Schaffenburg y Múnich. Todos perpetrados por inmigrantes o solicitantes de asilo.

Los ataques han aumentado el miedo y las preocupaciones sobre la migración y alimentado el apoyo al partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD).

Estas agresiones o atentados mortales cometidos en el último año —en el que se incluye el arrollamiento masivo del jueves 13 de febrero en Múnich, que causó dos muertos y 37 heridos— por extranjeros en el país han despertado fuertes sentimientos entre la opinión pública.

Alice Weidel culpó al gobierno de Olaf Scholz de que «cada día muera gente en las calles». Y Friedrich Merz prometió revisar la política sobre otorgamiento de asilo.

«Ninguno de los principales candidatos consiguió dar la campanada».

Según una encuesta de RTL realizada justo después del debate, los telespectadores consideraron que Friedrich Merz era el más convincente, con un 32%, por delante de Olaf Scholz, con un 25%, que no consiguió «dar la vuelta a la tortilla», como habría necesitado para aspirar a recortar distancias con su rival, y Alice Weidel, con un 18%.

«Ninguno de los principales candidatos ha conseguido dar la campanada», por lo que “Merz ha logrado mantener su posición de claro favorito”, declaró al diario Bild Herrmann Binkert, director del instituto de sondeos Insa. No prevé «ningún cambio importante» en la intención de voto, dando a los socialdemócratas sólo un 15%.

La extrema derecha puede esperar un resultado récord, lo que podría complicar mucho la búsqueda de una coalición mayoritaria estable en el Parlamento.

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