El presidente Donald Trump ordenó esta semana la reanudación “inmediata” de las pruebas nucleares en Estados Unidos, argumentando que otros países —en especial Rusia— continúan realizando ensayos. La decisión, anunciada antes de su encuentro con Xi Jinping, desató una ola de críticas y reavivó el debate sobre una posible nueva carrera armamentista.

Trump afirmó que el Departamento de Guerra retomará los ensayos “en igualdad de condiciones”, en respuesta a la reciente presentación del misil ruso Bourevestnik, de propulsión nuclear. Sin embargo, expertos cuestionan la viabilidad técnica y legal de la medida: el país no realiza pruebas desde 1992 y es firmante del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (TPCE), aunque nunca lo ratificó.

El investigador Hans Kristensen (SIPRI) advirtió que el mundo enfrenta “el fin de la era de reducción nuclear”, mientras que la académica Emmanuelle Galichet alertó sobre una “banalización del hecho nuclear” impulsada por líderes como Trump y Putin. Desde la ONU, el portavoz Farhan Haq recordó el “legado desastroso” de más de 2.000 ensayos nucleares en ocho décadas.

Pese al anuncio, especialistas como Daryl Kimball sostienen que reanudar pruebas tomaría al menos tres años y que “no existe ninguna razón técnica o militar” para hacerlo. Para otros, la orden de Trump refleja más un gesto político que una acción inmediata: un intento de mostrar fuerza y modernización ante Moscú y Pekín.

Por ahora, el tabú nuclear sigue en pie. El sistema de vigilancia global del TPCE detectaría cualquier detonación, y las consecuencias políticas de romper ese límite serían inmediatas.

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